Y en medio de ambos, un lobo colgado y lleno de flechas. Como Robb.
Lo más interesante ocurre después: cuando la cámara se acerca a Westeros, el recorrido empieza en Eastwatch by the Sea, fortaleza del Muro destruida por el Rey de la Noche; puerta de entrada para el ejército de muertos vivientes.
Es entonces cuando el recorrido de la cámara adquiere un sentido nunca antes visto.
Lo usual era que la cámara saltara de una fortaleza a otra de "Game of Thrones", lista para ubicar al espectador en este mundo tan ajeno.
Ahora, además de ello, traza el camino del enemigo ignorado por tanto tiempo, recorrido por el que traerá hielo y muerte a Westeros.
Poco a poco, el territorio se transforma. El suelo se congela, clara analogía al avance del ejército de los muertos vivientes. La primera parada es Last Hearth, hogar de la Casa Umber que, al final del episodio, aparece destruido y sus habitantes, vejados.
En Winterfell apreciamos otro gran cambio: la cámara no solo muestra los exteriores del castillo, pues ingresa al Gran Salón, a las criptas. El siguiente objetivo es King's Landing y la Fortaleza Roja, donde entramos a los sótanos y, finalmente, al salón del Trono de Hierro. Espacios, reitero, cerrados.
El mensaje es claro: ante la amenaza, el ser humano se protege tras murallas. Pero al Rey de la Noche eso poco le importa, su poder es de tal magnitud que ningún refugio es suficiente para él.
Y si no lo detienen en Winterfell, la ruta ya está marcada. También podría significar otra cosa: que esta temporada, si bien muestra una lucha donde se juega el destino del mundo, es una historia de conflictos cercanos y muy humanos.
Antes de terminar la nueva intro de "Game of Thrones", el astrolabio regresa para mostrar cuatro dragones. Daenerys tenía tres, Aegon el Conquistador también.
¿De dónde viene este cuarto dragón? ¿Representa a una bestia en el sentido literal o a cierta persona? Lo sabremos en los próximos episodios.
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